VILLA
Turmalina
Hace 2000 años, tal vez cuando los griegos experimentaron que al calentar cierto cristal éste atraía aserrín y ceniza, la turmalina dejó de ser un elemento ordinario y sin ningún interés. Para ese entonces, no se conocía el fenómeno de la piropiezoelectricidad, y tampoco se hablaba que aquella piedra (silicato) sería la gema con mayor diversidad de colores y matices. En 1824, David Brewster bautizó este efecto de atracción, y lo explicó como el fenómeno en que al someter a ciertos tipos de cristales a tensión mecánica o cambios de temperatura, estos experimentaban variaciones de polaridad en su masa. Es decir, los polos energéticos de las caras opuestas del cristal sufrían movimientos y se acentuaba su carga. Acaso por esta extraordinaria condición, en la historia se ha creído que la turmalina tiene propiedades energéticas de protección, aislación de malas energías, y conversión de aura negativa en positiva.
TURMALINA es un cuerpo de obra que nace de la relación entre el principio sublime de polaridad atractiva del mineral, y el idilio entre la vida y la muerte. Situando el papel lija como herramienta verdugo de la madera, como violencia y transformación de forma, se crean relaciones interdependientes e interconectadas. Los opuestos se atraen, se chocan, se colerizan, se necesitan, y crean mega energías en el aura. El papel queda prisionero en el cuerpo de la madera, y así mismo la rellena, le aporta el brillo que carece y, por contraste, la abrasividad del uno exalta la suavidad de la otra.